Historias que merecen ser contadas...

La historia de Isabel, llega como toda anécdota vecinal. Circulando como el histórico dicho lo señala “de boca en boca” y hoy, la queremos compartir con Uds. Sucede aquí, en nuestra querida Ciudad de San Justo que, aunque al momento no registre pérdidas humanas referidas al Covid19 (y deseamos profundamente que así se mantenga), sí tenemos que decir que no es ajena a las adversidades económicas que, a raíz de la pandemia, afectan a todo el país.  

Quizás para muchos, éste relato venga derribar algunos prejuicios, algunas presunciones que, aunque no sean mal intencionadas, pueden generar daño en el honor de muchas personas.

La historia es la de Isabel, tiene 34 años, es madre de dos hijos: un nene de 13 años y una nena de 5 años. Al día de hoy, ella es la columna vertebral de su familia.

Sus días comienzan muy temprano, cuando se levanta para comenzar su jornada laboral que, a veces, finaliza a altas horas de la noche. A “Isa” (como la llaman sus amigos) no le sobra nada, sin embargo, nunca bajó los brazos y su fuerza de voluntad junto con su capacidad de superación personal la llevaron a invertir el dinero que recibió del Estado.

Quizás, estimados lectores, se estén preguntando ¿Qué dinero cobró y en qué invirtió?

Isa es costurera, cobró el I.F.E. e invirtió ese dinero en la compra de una máquina de coser para poder seguir trabajando y sostener así, a su familia. Según comentaba en la entrevista radial, hace más de 12 años que trabaja como costurera en diferentes talleres de costura de la Ciudad, además trabaja en su casa todos los días del año.

Hace mucho tiempo que Isabel venía ahorrando para poder cambiar su antigua máquina de coser (con la cual se veía limitada en su trabajo), pero, debido a los vaivenes de la vida, debía priorizar sus gastos para poder solventar sin dificultades los costos mensuales que le implican pagar el alquiler, los impuestos, alimentar y vestir a su familia.  Hoy, luego de percibir el Ingreso Familiar de Emergencia, pudo concretar su anhelo que le permitirá seguir desarrollando el oficio que desempeña con tanto amor. Un remiendo, una costura, un parche, un cierre, un bordado, achicar o agrandar prendas, hoy no es problema para Isa, quien con buen tino se trasformó en una emprendedora, sabiendo que con su trabajo, decisión y constancia puede palear la crisis generada por la pandemia que afecta al mundo.

La historia de Isabel quizás sea una más entre las tantas que existen en nuestro país, pero merece ser contada. Siempre detrás de una historia como ésta, existe la motivación y quizás si Ud. está leyendo esto, pueda pensar (en la medida de sus posibilidades) cómo capitalizar este relato o revertir situaciones que lo apremian en su día a día.